El vino tinto tiene en el Perú una historia de afecto profundo, de copas que se alzan entre risas y memorias. Su color oscuro y su carácter intenso evocan reuniones familiares, celebraciones y esos momentos que solo el vino puede convertir en ritual. En un país de diversidad gastronómica y de climas extremos, el tinto ha sabido conquistar los paladares de costa, sierra y selva.
Según datos recientes del Observatorio Vitivinícola Argentino, más del 70 % de los vinos que se consumen en Perú son tintos, y el país alcanza un consumo promedio de 1,8 litros por persona al año. Las razones van más allá de la costumbre: el tinto combina con la cocina peruana, se adapta al clima templado de nuestras mesas y, sobre todo, despierta emociones.
Un gusto que une tradición y modernidad
Entre los vinos más buscados destacan las variedades Malbec, Cabernet Sauvignon, Syrah, Merlot y Petit Verdot, que hoy son parte esencial de las bodegas nacionales e importadas. El Malbec, por ejemplo, ha encontrado gran aceptación en el mercado peruano por su suavidad y notas de frutas rojas, mientras que el Cabernet Sauvignon sigue siendo sinónimo de elegancia y estructura.
En Tacama, estas variedades se transforman en vinos que expresan el carácter del valle de Ica, donde el sol y los vientos del desierto maduran las uvas con equilibrio. Ejemplos como el Don Manuel Tannat, con su cuerpo potente; o el Gran Tinto Las Tablas Malbec Tannat, con aromas a moras maduras y un sabor fresco a manzana roja y ciruela, muestran cómo la bodega ha sabido interpretar el alma del vino tinto con sello peruano.
El vino tinto en la mesa peruana
En el Perú, compartir vino tinto es una costumbre que crece con cada generación. Ya no es solo una bebida para ocasiones especiales, sino un ritual cotidiano que acompaña la calidez de nuestras mesas. En cada copa se cruzan historias, sabores y afectos: el lomo saltado, el seco norteño o la carapulcra encuentran en el tinto un aliado que resalta su identidad sin opacarla.
Más que un maridaje, es un encuentro de sensibilidades. En un país donde la comida es sinónimo de identidad, el vino tinto se ha vuelto el puente entre la tradición y la modernidad, entre el sabor y la emoción. Cada brindis celebra la tierra que lo vio nacer y el arte de disfrutar lo nuestro. Porque en cada mesa peruana, un vino tinto siempre tiene algo que decir.
Desde el histórico viñedo de Ica, Tacama invita a descubrir la elegancia y la fuerza del vino tinto en todas sus expresiones. Cada botella guarda la esencia de la tierra y del tiempo, y es una invitación a disfrutar la vida a sorbos lentos.
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