Tacama y la Albilla: un legado peruano que sigue floreciendo en cada copa

En los valles luminosos de Ica, donde el sol madura lentamente los racimos y el viento del desierto acaricia las hojas, crece una uva que guarda siglos de historia y sutileza: la Albilla. Considerada una de las variedades patrimoniales del Perú, su elegancia discreta ha conquistado paladares y ha dado identidad a algunos de los vinos y Piscos más refinados del país. En Tacama, la bodega más antigua de Sudamérica, esta uva encontró un lugar donde florecer y transformarse en arte embotellado.

Su origen es incierto —aunque se cree que llegó desde España durante el periodo colonial—, pero su arraigo en los suelos de Ica fue tan profundo que hoy forma parte de la identidad vitivinícola del Perú. La Albilla es una uva que combina frescura y elegancia: ofrece aromas florales, sutiles notas a frutas blancas y una expresión única del clima y la tierra iqueña. Durante siglos fue una cepa reservada para la elaboración de piscos de alta gama, hasta que su potencial como vino blanco reveló una nueva faceta: la de una variedad capaz de reflejar, en cada copa, la historia y el espíritu de Tacama.

Del viñedo a la historia: la Albilla en el corazón de Tacama

Tacama cultiva la Albilla en sus viñedos centenarios de Ica, donde la combinación de suelos arenosos y clima seco da lugar a uvas concentradas y aromáticas. De esos racimos nace el Albilla de Ica, un vino de cuerpo medio, con reflejos dorados y perfumes que recuerdan la flor de azahar, la manzana y el durazno. En boca, su equilibrio entre dulzura y acidez se siente como una caricia fresca, ligera y persistente.

El prestigioso vino de aguja Albilla de Tacama, considerado como una de las joyas enológicas del país, encarna la innovación sin perder la raíz. La bodega utiliza métodos tradicionales —con fermentación natural que deja un sutil burbujeo— para crear una experiencia sensorial viva, perfecta para acompañar mariscos, pastas ligeras o momentos que merecen celebrarse sin prisa.

La uva que guarda el alma del valle

Más allá de su sabor, la Albilla es un símbolo. Representa el legado de una tierra que aprendió a dialogar con el sol y el tiempo, una historia que Tacama ha sabido conservar y elevar. Cada copa de Albilla es, en esencia, un homenaje al valle de Ica y a quienes han cultivado sus viñas generación tras generación. Descubre el Albilla de Ica y déjate envolver por su elegancia dorada. Un vino que no solo se bebe, sino que se recuerda, como todo lo que nace con alma y permanece en el corazón.

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