El arte de detectar un vino en mal estado: aromas, color y sabor que alertan

Abrir una botella de vino es abrir una promesa: aromas que despiertan la memoria, sabores que acompañan momentos. Pero a veces esa promesa se quiebra: un vino que cambió, que huele raro o que sabe a nada. Aprender a reconocer las señales de que un vino está en mal estado te ahorra decepciones y te ayuda a cuidar mejor tus botellas. Aquí van tres alertas sencillas y fiables, explicadas para cualquier amante del vino.

La guía que sigue se apoya en recomendaciones de conservadores y especialistas en enología: observación visual, inspección olfativa y prueba en boca. Son pasos rápidos que cualquiera puede aplicar antes de servir y que te dirán, con honestidad, si la botella debe quedarse en la mesa —o si merece despedirse con discreción.

1) Lo que ves: color, burbujas inesperadas y corcho sospechoso

La primera pista está en la copa. Un blanco que vira hacia tonos marrones o un tinto que pierde brillo y toma reflejos ladrillo suelen indicar oxidación —el vino ha estado expuesto al aire demasiado tiempo. Si un vino tranquilo (no espumoso) muestra burbujas, puede haber una fermentación secundaria no deseada, señal de contaminación o reapertura fermentativa. Revisa también el corcho: un tapón sobresalido, manchado o con filtraciones sugiere que la botella sufrió calor, mala posición o entrada de aire. Estos signos visuales son claras banderas rojas; si los notas, lo más prudente es no consumirlo. 

2) Lo que hueles: vinagre, cartón mojado o aromas extraños

La nariz es implacable: un vino que huele a vinagre, acetona (quitaesmalte), cartón húmedo o a “madera podrida” casi seguro está deteriorado o contaminado. La oxidación avanzada también puede dar aromas a manzana cocida, caramelo quemado o nueces rancias. Si acercas la copa y en lugar de fruta, flores o especias aparecen olores agrios o químico-metálicos, descártalo. La experiencia no es peligrosa en la mayoría de los casos, pero la degustación deja de ser placentera. 

3) Lo que pruebas: sabor plano, ácido o con final incómodo

El último veredicto es la boca. Un vino en mal estado puede saber a vinagre, volverse excesivamente ácido, perder la fruta o sentirse “plano” (sin estructura ni persistencia). También pueden aparecer sabores metálicos o un final áspero que no desaparece. Si el vino sorprende por su amargor inusual o por una astringencia agresiva que no se justifica por su varietal o crianza, es una señal clara: la botella no está bien. En casos de oxidación, la fruta tiende a desaparecer y queda un regusto a confitura o cocido que no corresponde.

Cómo prevenirlo: prácticas simples que salvan botellas

Evita el calor y la luz directa; guarda las botellas en posición horizontal si tienen corcho y en lugares frescos y estables. Lo ideal siempre será disfrutar el vino el mismo día en que se abre, cuando sus aromas y matices están en plenitud. Sin embargo, si una botella queda a medio camino, el frío se convierte en su mejor guardián: bastará sellar bien y guardarla en el refrigerador. Al servirlo de nuevo, deja que el vino tinto recupere su temperatura natural, y brindará como si nada hubiera pasado. Para espumosos, cerradores específicos mantienen mejor la presión y la frescura. Estas prácticas, sencillas pero efectivas, multiplican la vida útil de una botella.

Productos recomendados

Ir a la tienda
No te ibas a dejar el carrito así, ¿verdad?

¿Te vas? Guarda tus productos seleccionados.

Bríndanos tu correo para guardar tu carrito para más tarde. Y, quién sabe, quizá incluso te enviemos un cordial código de descuento.