Demonio de los Andes: La vida detrás de la leyenda

7 Octubre 2020
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"Demonio de los Andes” es una denominación que tributa por partida doble: por un lado es el homenaje hecho pisco de Tacama para Francisco de Carbajal, y por el otro, ¿qué es el pisco sino otra cosa más que un homenaje en sí a la historia del Perú?

La historia de Tacama es profunda y colonial. La primera bodega de Sudamérica ha sido testigo, y en muchas ocasiones también partícipe, de gran parte de la historia del Perú.

Su prolongada línea del tiempo le ha dado la posibilidad de formar parte del extenso entramado de acontecimientos que marcaron el devenir de los pueblos andinos. En esta trama, que encuentra su inicio en la década de 1540, se entretejen las tradiciones y los colores de los habitantes originarios, los aromas y sabores de estas generosas latitudes, la pasión del conquistador encarnada en la espada y en la cruz, y los desafíos de vanguardia del peruano contemporáneo.

Cuando una bodega es heredera y custodio de semejante carga simbólica hace bien en prestar especial atención a la forma en la cual nomina sus productos; los cuales serán a su vez herederos y custodios de un relato que trasciende las generaciones.

“Demonio de los Andes” es una denominación que tributa por partida doble: por un lado es el homenaje hecho pisco de Tacama para Francisco de Carbajal, y por el otro, ¿qué es el pisco sino otra cosa más que un homenaje en sí a la historia del Perú?

El Demonio de los Andes

Francisco de Carbajal es una de las personalidades más intrigantes de la historia del Perú.
Nació en España y se formó bajo la impronta del trotamundos: vivió en numerosos lugares y al parecer vivió varias vidas. Al legar al Perú le fue otorgado el apodo “El Demonio de los Andes” seudónimo que verdaderamente le hace justicia y cuya raigambre profunda se forjó a fuerza de bravura, sangre y carácter.

Sobre su vida antes de convertirse en Conquistador Español se cuenta que vivió en Italia (donde fue soldado), luego volvió a España para ser clérigo (renunciando a sus votos poco tiempo después). También vivió en Nueva España (hoy América del Norte) donde se casó bajo orden emanada por el mismísimo virrey.

Los pasajes de la historia que relatan la venida de Carbajal al Perú son nebulosos y no existe mucha bibliografía al respecto.  En el “Diccionario Histórico Biográfico de los Conquistadores del Perú”, José Antonio del Busto se refiere:
“Pasó al Perú en circunstancias nada conocidas llevando fama de gran soldado y de hombre de excelente humor”.

Radicado en Cusco, inicialmente forjó buena relación con vecinos y llegó a ser Alcalde Ordinario de la Ciudad Imperial.

Es en nuestras  tierras el sitio en el cual nuestro entrañable personaje comenzaría a ganarse su apodo que le dio un lugar en la historia como uno de las más interesantes biografías de las Américas Coloniales: “El Demonio de los Andes”.

Es que, participando en numerosas batallas, demostró una ferocidad poco antes vista. Gobernaba a fuerza de espada la totalidad del campo de batalla e impartía su justicia ineludible a puño de hierro.

Su última batalla fue la de Jaquijahuana, en Cusco. La derrota lo encontró enarbolando el estandarte rebelde de Gonzalo Pizarro.
Al inicio de la batalla el ejército Real de La Gasca superaba enormemente en cantidad de soldados a los Rebeldes de Pizarro. Ni bien iniciada la escaramuza, la suerte estuvo echada completamente en contra del Demonio de los Andes; y es que la enorme mayoría de los rebeldes se desbandaron y se unieron al ejército enemigo.

Las últimas horas en vida. Las primeras hecho leyenda.

Huyendo a toda velocidad del campo de batalla montado en su caballo Boscán, el Demonio de los Andes encontraría, en una ciénaga selvática, el punto preciso donde inició su cuenta regresiva. El corcel, en una mala maniobra, tropezaría cayendo a tierra y apresando con su cuerpo una pierna del  desgraciado jinete. Imposibilitado de zafarse de la animal trampa que el destino le puso por encima, Francisco comenzó a pedir ayuda a los gritos. El remate del infortunio fue que lo hallaran primero las tropas enemigas.

Disminuido y capturado fue llevado ante el Presidente Don Pedro de la Gasca, hoy conocido como el Pacificador del Perú. De la Gasca se rehusó a recibirlo. Confinado en una tienda, a la edad de 84 años, aguardó por su sentencia. La misma fue dictada por el Mariscal Alonso de Alvarado y el Oidor Andrés de Cianca y fue mortal a la vez que sanguinaria y denigrante. Bajo la pena de “Traición al Rey” se lo sentenció a ser arrastrado a la cola de un caballo en un bolsón de cuero, ahorcado, degollado, descuartizado previo a la confiscación inmediata de todos sus bienes terrenales.
Su ejecución fue llevada a cabo siguiendo a rajatabla las horripilantes instrucciones a la fecha del 10 de abril de 1548, a solo un día de su captura.

Sus restos fueron enviados a diversos sitios con el fin de dar un contundente mensaje a los rebeldes, siendo su cabeza el pregón más elocuente ya que, en una jaula, fue colgada en la Plaza de Lima para admiración de todo el pueblo. Lo que había sido una vez su hogar fue destruido y el terreno en su totalidad sembrado con sal para evitar que cualquier hierba vuelva a crecer.

Esta es la historia de un hombre que formando parte de la más profunda historia del Perú, admite múltiples lecturas y genera hasta el día de hoy encendidas pasiones y debates por parte de los historiadores y del pueblo en general. Al igual que el pisco, forma parte de la identidad de un pueblo que tiene tanta historia pasada como futuro por venir.

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